Historias de ficción


  • Mi mejor amiga 

 No sabes lo que te pierdes por no tenerla, ella te enseña el camino, sin ella no das un paso firme, en la soledad de las noches la echo de menos ya que no me acompaña, ella me tiende la mano y me desempolva el universo borroso de colores, borrones y destellos que ella aclara mientras se cruza con mirada.

Me abandona en el mar pero siempre confía en mí, sin ella me desoriento en la playa pero sabe que no me pierdo.

Agradecido es poco, me perdona cuando se cae de la mesita de noche, en ocasiones me olvido de ella, de cuidarla, y se ralla, se raya por que piensa que no la quiero.

Compañera, me despiertas en el amanecer, me regalas la luz en el desayuno y tu presencia la energía con la que comienzo cada mañana.

Compañera, compartimos grandes y bonitos momentos, me muestras el camino, nuevos mundos, mi compañera de viaje, te adoro aventurera.

Compañera, sin ti estaría perdido, naufragando en el mar extenso de la vida, gracias a ti eres el viento que me guía.

Compañera, tengo miedo, pavor por perderte, horror de que te rompas, rabia de la vida, temor a separarnos y pánico en mi incapacidad de protegerme sino fuera por ti.

Ella no lo sabe pero la conocí en una tienda, entre tantas solamente la vi a ella, me susurró en los oídos y quedé enganchado a ella, siempre recordaré ese primer día en el que me la presentaron, vestía sencilla y sin arreglar; en la tienda exponían vestidos anchos, delgados, deslumbrantes...le compré un vestido reducido y con antireflejante que le quedaba en su figura extraordinario.

Ella siempre me ha acompañado, desde la infancia me defiende de Miopía mi mayor enemiga, Miopía me difumina la vida cuando levanto la mirada, me castiga cuando intento observar el mundo, ninguna cara conocida, siempre me turbia el camino. Nunca viene sola, su hermano el Astigmatismo, malvado y sin escrúpulos me difumina la vida cuando bajo la mirada, me castiga cuando intento interpretar el mundo de cerca, ninguna letra nítida, no identifico formas, siempre me turbia lo escrito. Ella se enfrenta a diario a estos dos vándalos para protegerme sin descanso.

Gafas nunca te he dicho lo que te quiero y te estimo, sé que me estas leyendo desde algún lugar, no sé donde estas ni donde te he dejado, creo que te has encontrado con otro, ¿Qué intentas hacerme? haciendo todas las cosas que dijiste que nunca me harías, no puedo estar sin ti, así que dime cuál es su nombre, dime cómo desenamorarme de ti, porque lo intento, dime, dime, pero sigues mintiendo, mintiendo y sigues huyendo, así que dime, dime, dime, quién?...






  • Buceando en la mar de arena

Remojado en el océano y arrugado como una tortuga vieja, decidí lanzarme a explorar la otra playa, la que nadie en su fondo conoce, cansado de ver a buceadores en el mar, pensé, ¿por qué no bucear en la  otra orilla del mar? esa fue mi pregunta, en la arena, en el litoral.

Poco a poco fui saliendo desde dentro del mar hasta llegar a tener agua a la altura de mis tobillos, me coloqué las gafas de buceo, el tubo, respire profundamente, cerré los ojos y me lancé de cabeza en la orilla, nadie antes había explorado aquel mundo, quería explorar algo nuevo y desconocido, la locura se me apoderó. Lo mas probable era estamparme en la arenisca de un tortazo, pero convencido y atraído por el misterio, cerré los ojos, respiré profundamente y me lancé, de momento noté la fricción de las partículas de arena por mi cara, una sensación de quemazón por todo mi cuerpo; me estaba sumergiendo en la arena de la playa. Torcí la mirada hacia la orilla que dejé a mis pies, contemplando un inmenso espejo, comenzaba en la orilla y acababa en el infinito hacia lo más profundo del mar.

Me encontraba aleteando bajo una multitud de pinchos incrustados desde la superficie, en el interior de aquel nuevo mundo descubrí una especie de furúnculos, unos cilindros anaranjados de algodón que invadían todo aquel piélago de arena. Fatigado me dispuse a coger una bocanada de oxigeno de la superficie, mis movimientos eran lentos, el roce de los granos de arena me exfoliaban la piel, una sensación desagradable pero que en definitiva me animaba a seguir navegando por aquel mar de arena, mirando el lado bueno al finalizar mi travesía tendría un cutis inmaculado.


Asomé el tubo por la superficie con cuidado y eché un vistazo sigilosamente por la superficie, no quería llamar la atención de aquella especie invasora, me sujeté en uno de los muchos pinchos que se divisaban; observé a una familia numerosa que únicamente hacia comer, arrojando sus sobras a lo más profundo, huesos de aceitunas, cascaras de pipas, pero lo más asombroso fue cuando la matriarca de la familia comenzó a cavar un hoyo, abriendo una puerta paralela de acceso a mi mundo, agarró a su crío en posición fetal ayudándole al pequeño a echar un zurullo, aquel mojón descendió cerca de mí, sin tubo ni gafas de bucear, fue mi compañero viaje durante todo el recorrido.

En la superficie flotaban numerosos manteles de colores, se tumbaban en ellos para no quemarse, la mar de arena tenía sus inconvenientes, ardía y era asfixiante. Estaba agobiado no podía aguantar más en aquel lugar, había visto lo suficiente, la contaminación irrumpía aquel litoral. Con el sofoco se me empañaron las gafas de bucear, nadé hasta llegar a la orilla, hacia el comienzo de aquel inmenso espejo, me detuve delante de él durante unos segundos, pude observarme reflejado en aquel estercolero contemplando la mirada triste de aquel buzo, una mirada penetrante dónde se evidenciaba la decepción, la decepción de la especie humana que todo conquista y destruye.

Me dispuse a cruzar al otro lado, sólo quería refrescarme, desempolvarme de aquella desagradable experiencia, pero me topé con el espejo, esta vez no podía atravesarlo. Me estaba quedando sin oxigeno y estaba abrasado, la ansiedad era agonizante, en ese mismo instante comprendí cómo se siente un cangrejo en un cubito de la playa o un pez en una red.

La naturaleza me había raptado de por vida, ella pretendía mostrarme todo aquello que sucedía a los pies del ser humano. Hasta el fin de mis días buceé por aquel muladar, triste y prisionero en la mar de arena.





  • Al filo de mi mente


Nos encontrábamos de viaje en la carretera y no teníamos un cuchillo para cortar la fruta de la niña, aguacatequito y perita, puuuf…-¿qué hacemos?

-Anda... para y compra una navaja en la gasolinera.

Ya me ves a mí que soy especialito de mente, yo y mi mente (el burro delante), siempre he pensao que la persona que compra una navaja en una gasolinera puede acabar robando en la gasolinera con esa misma navaja, algo paradójico y absurdo, pero siempre lo he pensao, lo más normal es que el dependiente piense que eres un asesino, ¿Quién necesita una navaja a mitad de un trayecto?

Como yo siempre pienso lo que los demás van a pensar y además pienso lo que van o pueden contestar, convivir conmigo mismo es algo agotador, pero finalmente ni piensan lo que pienso, ni contestan lo que creo que responderán. Ya me ves a mi antes de que ocurra nada loco perdío con cara de un matemático estreñio padeciendo sudores fríos, pensando aceleradamente en vano, mi mente va corriendo con preguntas, respuestas y pensamientos absurdos que todavía no han ocurrido ni ocurriran, porque solo mi mente es así, va a toda máquina pensando lo que pueden estar pensando los demás y a mí no me da tiempo pensar lo que yo verdaderamente tengo que razonar. Definitivamente parezco retrasao contestando abusurdeces a preguntas muy simples, los cables de mi cerebro no están bien ramificados y miles de pensamientos inútiles se quedan atrapados en un mini embudo y peta, he estado dedicando un tiempo absurdo a meterme en la cabeza de la otra persona y he petao del aturullamiento,  por eso cuando contesto, llego tarde y sin tiempo, respondiendo gilipolleces sin madurar las respuestas, pareciendo más tonto de lo que soy ...pues atento y prepárate relajado sentadito a observarme, la destornillante comedia de la mente de WuangHoze.

Entro en la gasolinera a comprar una navaja…no te pierdas ni un segundo, yo ya estoy haciéndole ver al gasolinero que mi intención es no atracarle inmediatamente tal me la venda...comienza el espectáculo.

-Buenas tardes, ¿me vendería una navaja?

-Si claro elije una de las que tienes en el mostrador de caza…

-No hombre noo… ¿no tiene una con sus bordes redondeados que no corte?

-A ver, yo tengo cuchillos de untar de cafetería como este, (me da uno de untar mantequilla) … pero no se venden.

-Puuufff esas de caza es que cortan mucho, yo….yo… ¿no tiene alguna navaja más chica que no corte?

El hombre se estaba asustando más que si le comprara una espada de esas de descuartizar jabalís, el hombre no entendía nada y yo no quería que pensara que le podía robar, que no era mi intención, pero… ¿Quién compra un machete en una gasolinera de paso?, eso solo lo puede hacer un asesino.

-Mira es que…no tienes uno que no corte como este…

De repente entra por la puerta mi mujer seccionando la inútil conversación entre el gasolinero, mi mente y yo… - ¿todavía estas así? es que siempre igual-…desenfunda una pistola y le abre el cráneo al gasolinero de un disparo y se vuelve al coche refunfuñando...- !es que siempre igual mi maridito dándole vueltas a todo¡ …ahí me ves sarpicao con gotas de sangre por toda la cara con un cuchillo de untar mantequilla en la mano.

Cuando vuelvo al coche le digo…- ¿Pero la niña ha merendao la fruta?

-Po clarooo, si es que tardas una eternidad, ¿Por qué no has comprado una navaja y yasta? eres increíble siempre te pasa lo mismo hijo.

-¿Y la pelaste?

-Pues la pera se la he dado a bocaditos míos y el aguacate lo he abierto por la mitad con el borde del cristal de la ventanilla, ¡perfecto me ha salido!, es que hijo mío siempre te da cosa tó, venga  límpiate la cara de sangre y vámonos ya.

Es simple y para mi imposible



  • Desde un lugar perdido de África

Desperté y quise yacer otra vez, estaba maniatado y tumbado en el suelo con la rodilla de un individuo clavada en mi oreja, ese ser dejaba caer todo su peso sobre mi cabeza, me levantaron entre tres personas, agarrándome sin quererme tocar, llevaban mascarillas y guantes, me sentía un apestado, una rata, un enfermo al otro la del mundo.

Os escribo desde un lugar perdido de África, no sé donde me encuentro ni a dónde partir. Una vez  tuve un sueño, nunca dejes de soñar, lucha por lo que más quieres y adelante con ello. 

Estaba encaramado en lo más alto de la valla una vez atravesada la espiral de pinchos, los guardias hacían piña desde el terreno, con sus largas escaleras fueron avanzando hasta alcanzarme, uno de ellos me golpeó varias veces con su palo hasta darme donde pretendía, lo último que escuché fue un fuerte zumbido en la cabeza y me desplomé, perdí la conciencia y caí. Durante esos seis metros de bajada aprecié como mi cuerpo vacío flotaba en el aire, experimenté el vuelo de una gaviota, esas gaviotas que había contemplando en la costa de M’bour desde pequeño, siempre quise ser una gaviota, sobrevolando todas las costas africanas hasta llegar y cruzar el Estrecho de Gibraltar.

Durante mi largo y duro recorrido por el desierto estuve reflexionando buscando una respuesta, una respuesta que me hiciera entender la existencia de las fronteras, esas fronteras que delimitan territorios, una vez leí que las fronteras son necesarias para el normal desarrollo de la Humanidad, por seguridad o identidad, sería un caos donde todos nos mezclásemos con diferentes modos de pensamiento, religión o ideología. Todos los seres vivos marcan su territorio, el animal lo hace por instinto, proteger lo que es suyo, sus bienes y sus riquezas. Me hice esta reflexión justo cruzando el desierto del Sahara, cientos de kilómetros andando y ninguna frontera, nadie quería aquel lugar, desolado, infértil y caluroso donde no hay nada. Las únicas fronteras que encontré fueron naturales desde mi partida en Senegal, crucé el cinturón de Sahel con pastos y áreas boscosas para ahora encontrarme aquí deambulando por el páramo, estas fronteras naturales no me han despojado ni otorgado derechos, soy la misma persona y sigo luchando por mi sueño, tener una vida mejor, una vida pacífica al otro lado del mundo. 

Antes de saltar la valla me establecí en el monte Gurugú, desde lo más alto se divisaba la ciudad de Melilla, malviví acampado a la espera de mi oportunidad, estuve subsistiendo menesterosamente noche tras noche cubierto por una lona de plástico que me llegaba por las rodillas. Las noches eran álgidas acompañadas de un fuerte viento que se encañonaba por su paso por el Estrecho. Junto a mis compatriotas estuvimos esperando el momento más preciso, mi impaciencia era enfermiza tras poder sobrevivir a una de las redadas de la gendarmería marroquí, presencié como apalearon y apresaron al resto de desgraciados que deambulaban por el monte. Sabía que tarde o temprano volverían a por nosotros.

Éramos cientos de subsaharianos en aquel recinto, estábamos malheridos y desnutridos, no entendía por qué los sanitarios insistían en curarme las heridas de mis manos cuando había otras personas peor que yo, tenía todos mis dedos desgarrados de trepar, perdía mucha sangre pero había gente en estado más crítico que yo.

Fueron colocándonos en una gran fila mientras intentaban comunicarse con nosotros, yo no entendía nada pero seguramente querrían saber nuestra procedencia. Yo no iba abrir el pico en todo el procedimiento, pero no sé por qué insistían tanto en mí, incluso llegando a golpearme. Salí de dudas cuando llegó mi turno al finalizar la cola, estuvieron un rato intentando coger mis huellas dactilares pero no había manera debido a mis heridas, ellos ya se imaginaban que con mis lesiones en los dedos no me detectaría el testeo de la maquina. 

En ese mismo instante tuve un recuerdo, una misma imagen de aquel técnico agarrándome el dedo, ya había experimentado esa sensación antes, con tan sólo cinco años un técnico sanitario de una organización internacional ya me había escaneado las huellas dactilares en un registro de vacunación donde el sistema informatizado sustituía el papel. Sin tener conocimiento hasta ahora, ellos ya me habían fichado para cuando ocurriera algo así, de esa manera ellos ya podían saber el país de procedencia de aquella persona. Ignorante de mí, todo encajaba, ellos verdaderamente se preocupaban por registrarnos y nosotros pensando
 que nos estaban ayudando, en cambio estaban recopilando información para controlar el flujo migratorio de sus fronteras en el futuro.

Soy Mamadou, no han logrado identificarme junto a cincuenta y seis personas más, nos han montado en un autobús desde Melilla hacia un lugar perdido de África.

No sé dónde estoy ni dónde ir, pero no habrá barrera que me detenga. Una vez tuve un sueño, nunca dejes de soñar, lucha por lo que más quieres y adelante con ello.




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